sábado, 5 de marzo de 2011

Instructivo para los pueblos que quieran deshacerse de sus dictadores

Para deshacerse de su dictador, la primera regla es contar únicamente consigo mismo. Sobretodo, no hay que creer que los occidentales volaran a vuestro socorro. En principio se ha de cumplir con el propósito, será solamente entonces que los demás recordarán la universalidad de los famosos „principios democráticos“.

En segundo lugar, no es necesario contar con un hombre providencial, seguramente este les decepcionará y se acaparará el poder en cuanto tenga la oportunidad. Estar a favor de una revolución sin líder, sin otra cara que la del pueblo. Esta tiene por mérito adjuntarse a los militares y llamar la atención de la opinión internacional.

Tercer punto, es necesario elegir sábiamente a los manifestantes. Asegúrese de mantener al límite a los religiosos extremistas, los políticos oportunistas, los aliados de última hora y los anarquistas destructores. En su lugar, una juventud que no tema a las balas ni al gas lacrimógeno -obsoleto o no- es un activo indispensable. La componente femenina es aun más útil. Esta le sumará crédito a vuestro proyecto, le agregará una parte de la población para nada insignificante (las mujeres son mayoría en todos los países excepto en la India), bajará el nivel de violencia potencial y ocasionalmente, una manifestación de mujeres topless producirá fotos inolvidables.

Cuarto, cultive vuestras amistades en Facebook. Los cuales no son varios cientos, ni miles, sino millones de amigos que usted debe tener. Dos millones de tunecinos tienen una cuenta Facebook... Esta es la condición para el éxito: el efecto maleza en fuego que se convierte en un inmenso incendio. Internet es vuestro mejor amigo y vuestro aliado más seguro. El dictador, incluso el mejor informado, no sabe aun como actuar contra la Web.

Por lo tanto, debe asegurarse de documentar vuestra revolución equipándose de smartphones capaces de filmar las manifestaciones o la represión policial. Los chinos fabrican iPhones falsos muy baratos, uno puede procurarse de unos cuantos por una suma razonable. Y pues, al menos por una vez en su vida, sus videos de aficionado le interesarán a un público más amplio que al de vuestro círculo familiar. Los quince minutos de fama de Andy Warhol están a vuestra disposición.

Quinto, encuentre un nombre que suene bien para su revolución. Las flores (claveles, tulipanes, jazmines) comienzan a aburrir. Los colores (rojo o naranja) son poco glamorosos. En cuanto a las telas, a excepción del terciopelo, no es seguro cuál elegir... Tweed, popelina, cera o damasco... lo podría intentar pero el éxito no está garantizado.

En el mismo orden de ideas, un buen eslogan vale más que un largo discurso. „Fuera Ben Alí“, simple y directo -si bien sucinto- ha demostrado ser muy eficaz. Uno podría sin duda reproducirlo de país en país, pero se ha de dar fe de originalidad; es a este precio que vuestra revolución saldrá del lote y será mediatizada a través del mundo.

En sexto lugar, sepa revertir a los policías y soldados. Al fin y al cabo son personas como usted, ciudadanos, padres de familia. Muchos tienen los mismos problemas cotidianos que usted tiene. Ellos viven a veces en la calle de al lado. Aprovéchese entonces para ir a tocarles la puerta por la noche y convencerlos -insistiendo si es necesario- de unirse a la revuelta. Si algunos son reticentes, pruebe con sus hijos. Los hijos de los policías tienen sin duda cuentas que ajustar con sus padres. Serán ellos los primeros que estén lanzando piedras en las barricadas.

El séptimo punto es el más importante en este inicio del Siglo 21. Vuestra revolución debe ser ejemplar con el fin de poder exportarse. Nada de saqueos a gran escala: no estamos en Grecia. Nada de utilizar desechos humanos o animales: no estamos en una manifestación de estudiantes coléricos en Gran Bretaña. Ningún linchamiento sistemático: no estamos en Pakistán.

En su lugar, tenga unos cuantos blogueros de apariencia agradable a la Steve Jobs, jefe cool, quienes sabrán dirigirse a los periodistas y posar frente a sus cámaras. Otra manera de seducir, asigne rápidamente un bloguero a un puesto ministerial, desde donde tweeteará durante los Consejos de ministros. Reciba con los brazos abiertos a la prensa extranjera y métase en el bolsillo a las grandes cadenas de televisión del tipo de Al-Jazeera o CNN.

Octavo punto, hágase del directorio de contactos de vuestro dictador. Él tiene probablemente toda una red de amigos poderosos provenientes de Europa, África o América: presidentes, ministros, hombres de negocios, intelectuales y artistas de renombre. Seguramente habrá entre estos algunos que hayan pasado unas vacaciones en vuestros hoteles de lujo a expensas del contribuyente.

Mientras más poderosas sean estos personajes en sus países, mayor escándalo provocarán vuestras revelaciones. El objetivo es culpabilizar a las grandes potencias y hacer que le apoyen para que no parezcan cómplices. De paso, tendrá sin duda la satisfacción de ver dimitir lastimosamente algunos ministros extranjeros, excusándose de haber degustado trozos de atún en el avión privado de un hombre de negocios próximo al régimen.

Noveno punto, es el momento de pensar en culpabilizar las finanzas mundiales. Vuestro dictador es de entrada un ladrón y los banqueros del norte son sus cómplices. El dinero está en algún lugar en bóvedas extranjeras, es el momento de gritar alto y fuerte reclamando su retorno al país. Tendrá usted además, el inmenso placer de ver a los banqueros ricos o a los dirigentes cómplices hacer acto de contrición frente al público. Con un poco de suerte, aparecerá un suizo pidiendo perdón. Sea magnánime, no exija obligatoriamente la cabeza de vuestro dictador, sino simplemente su billetera, que al fin y al cabo es en parte la vuestra.

Décimo punto. Si Dios descansa el séptimo día, no hay duda que usted haga lo mismo. Una vez se haya ido el dictador, el partido no ha terminado para nada. Aun le queda a usted mucho trabajo para gestionar la transición e instalar un nuevo gobierno.

Una revuelta no es algo muy complicado; pero una revolución es una larga empresa.

Mantener la cabeza fría.



Texto Original en francés: Kidi Bebey et Alex Ndiaye

Traducción al español: Juan Alcalá



Kidi Bebey es una periodista franco-camerunesa. Ha dirigido durante largo tiempo la redacción de Planète Jeunes. Ha producido y animado programas para RFI (Reinos de África) y France Culture (El África de las mujeres). Alex Ndiaye es un periodista senegalés, especialista en África.

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