sábado, 22 de marzo de 2008

SOBRE MI RECIENTE VISITA A VENEZUELA

Hace poco estuve en Venezuela, pasé un mes, del 20 de febrero al 19 de marzo, tiempo en el que pude hacer varias cosas, visitar varios lugares e irremediablemente estar en Caracas y me vine con la impresión de que algo raro se respira en el aire, al menos en el aire que yo estoy acostumbrado a respirar. Algo raro, no identificable; yo me he atrevido a llamarlo una especie de calma artificial y perecedera. Trataré de explicarme.
Volver a mi barrio, La Candelaria, después de más de un año de ausencia y encontrarme con la ausencia de los buhoneros de siempre me resultó muy extraño, El Parque Carabobo, de las primeras obras de Carlos Raúl Villanueva y frente a donde vivo estaba curiosamente desolado, es decir, había gente, Rafa el heladero ya antológico, El limpiabotas de los PTJ, (que aunque ahora se llame CICPC siempre será la PETEJOTA), los borrachos de siempre y los nuevos, la gente que salía y entraba del Metro, en fin, había gente pero se notaba (o al menos yo así lo noté, por contraste supongo) que algo estaba ausente: la docena de teléfonos de alquiler que estaban allí, el tarantín de "la bruja", el vendedor de portatickets del Metro, el vendedor de pilas alcalinas, el del café, etc. Me pregunto qué será de esa gente, que se ganaba la vida con esa actividad, adónde estarán, haciendo qué...

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